Argumentos racionales a favor de la existencia de Dios
Por: Gerardo Cartagena Crespo
Señor, que así como la Luna destruye las tinieblas de la noche,
Que tu Palabra destruya en mí las tinieblas de la ignorancia;
Para que así como la arena impide que el mar entre tierra adentro,
Que tu verdad impida que entre en mí el orgullo y la arrogancia.
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Para acceder a:
Continuación I
Continuación II
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INTRODUCCIÓN
En nuestra época actual y moderna (donde todo se tiene que demostrar con pruebas claras y evidencias sólidas) la idea de Dios parece que se escapa y se esfuma, no sólo de la mente de los creyentes, sino, sobre todo, de su corazón.
En las universidades, en el cine y los medios de comunicación (y si incluimos la internet) demostrar que Dios no existe se ha convertido en un pasatiempo, en un "vamos a ver cuántos tontos muerden el anzuelo". Y si a este terrible mal incluimos al dios materialismo, al dios Yo y egoísta, la cosa no pinta nada bien.
Por eso, demostrar que Dios existe y es real, que se hace presente en medio nuestro, y que obra con un poder transformador y sanador es tarea, a parte de titánica, urgente.
Es por eso que este tratado quiere llegar a aquellos, sobre todo jóvenes, que en las universidades han sido confundidos con el veneno del ateísmo, del materialismo y, con ello, de la indiferencia.
Llevar paz y esperanza a quienes no han sabido y no han podido defender la verdad que les daba vida y razón de existir.
Demostrar que Dios existe y es real es tarea fácil y difícil a la vez. Fácil porque existe gran cantidad de argumentos convergentes y convincentes que lo muestran y señalan.
Son como señales y luces que muestran el camino y la dirección hacia Él. Pero también es difícil porque el materialismo y el egoísmo es fuerte en quienes a ellos se aferran y no quieren soltar.
I. Existencia
Para demostrar si Dios existe y es real, o que es fruto de la imaginación o el engaño de algunos listillos (como aseguran los ateos), tenemos que tener muy en cuenta algunos conceptos que nos ayuden a entender y a diferenciar la realidad de la fantasía, la verdad del error. Es aquí que el conocimiento y entendimiento de algunos conceptos filosóficos son muy útiles para tal propósito.
Cuando decimos que algo existe, estamos afirmando que tal cosa o ente es real y verdadero y, por consiguiente, puede ser conocido y entendido y, según su naturaleza o esencia, se puede demostrar su existencia ya sea por medio directo (por los sentidos corporales: lo veo, lo toco, lo huelo, lo saboreo, lo oigo, lo mido, lo peso, lo cuento…); o indirecto (por medio de argumentos) utilizando los sentidos externos (corporales) en unión con los sentidos internos (sentido común, imaginación, estimativa o cogitativa y memoria) y que, gracias al raciocinio o entendimiento podemos llegar a la verdad y realidad del ser en cuestión.
Ejemplo: Si andando por la playa me encuentro con unas huellas, con mis sentidos externos puedo ver, tocar y palpar; por los sentidos internos, y gracias al raciocinio, puedo inferir e interpretar qué clase de huellas son y a qué tipo de ser vivo, si es el caso, pertenecen: ave, mamífero, hombre…, su tamaño y constitución, cantidad… y, así, conocer y darme cuenta de su existencia.
Dejándonos llevar por esta analogía, ante la pregunta: «¿Dios existe?», hay dos posturas: existe o no existe; es real o es producto de la imaginación humana. Los sentidos internos en unión con los externos, gracias a una serie de argumentos convergentes y convincentes, nos ayudarán a descubrir y ver cuál es la verdad.
Si existe real y verdaderamente, Él habrá dado y dejado los medios, recursos y argumentos necesarios (huellas) más que suficientes (directos e indirectos) para poder acceder a Él, a su realidad existencial.
Pero si Dios no existe, no habrá ni se podrá hallar los recursos, medios y argumentos que indiquen, señalen y aseguren la realidad y verdad de su existencia. Luego Dios, de no existir, no puede ser conocido.
Es imposible acceder a algo que no existe.
II. Accediendo a la existencia de Dios
Ahora bien, si Dios existe es posible llegar a él. Para acceder a la existencia real y verdadera de Dios podemos hacerlo a través de unas vías de conocimiento que nos ayudarán en esta búsqueda.
A. Por vía directa u objetiva. (Que está de acuerdo con la realidad conocida directamente por los sentidos externos.)
B. Por vía directa, pero subjetiva. (La experiencia personal vivida y adquirida por un individuo con relación a un hecho, una cosa o ser.)
C. Por vía indirecta, pero objetiva. (Por medio de argumentos convergentes y convincentes que, con la ayuda de los sentidos -externos e internos-, nos llevan a acceder y conocer verdades y realidades inaccesibles tanto en esta dimensión física como la espiritual.) Esta vía es la propia y adecuada para conseguir el fin que nos proponemos, ya sea en el campo natural o en el campo de lo sobrenatural.
III. Las diversas vías del conocimiento
Todo cuanto existe puede ser conocido ya sea directa o indirectamente, gracias al uso correcto y sin prejuicios de la razón (luz natural de la razón).
Nota. Aclaro que esta búsqueda de la existencia de Dios es para demostrar evidentemente Su realidad existencial gracias a la luz natural de la razón; luego sólo puede ser por vía de argumentos convergentes y convincentes (como las huellas en la arena) por las que puedo llegar a un juicio y concluir que Dios sí existe. Para el verdadero creyente, para su vida personal, este tipo de raciocinio no le es necesario pues su modo de creer se fundamenta en la fe divina o sobrenatural como don de Dios que le da plena y absoluta seguridad en lo que cree. Pero sí le es necesario este conocimiento natural para poder argumentarlo ante los que no creen. Y así hacer ver que es razonable y convincente la fe del creyente; que no es pura fantasía, sino una gran realidad.
Directamente por los sentidos externos: Puedo verlo, tocarlo, sentirlo, oírlo, olerlo, gustarlo; y así lo puedo medir, pesar y estudiar el objeto en cuestión.
Indirectamente por los sentidos internos que, con la ayuda y cooperación de los sentidos externos, me llevan a descubrir y estudiar un ser existente pero que no puede ser conocido por los sentidos externos, pero que por las huellas, los efectos y rastros que deja lo puedo conocer y estudiar. O cuando conociendo un ser dado, de modo análogo, nos deja ver y entender la posibilidad de la existencia de otro ser con el cual se relaciona o comparte cosas en común. (Y así se conocía y se daba por hecho, antes de ser descubiertos, la existencia de otros planetas en otras estrellas contemplando y estudiando nuestro propio sistema planetario; y estos planetas descubiertos no lo fueron de modo directo, sino indirecto por los efectos que producían en la luz de su estrella.)
Así, de un modo análogo podemos llegar al conocimiento de verdades o realidades existentes fuera de las realidades físicas, pero no por ello menos reales. Luego si existe la vida espiritual puede ser conocida gracias a la luz natural de la razón por la misma creación (conocimiento remoto); pero este conocimiento se da de modo más exacto y perfecto por
la luz de la fe (conocimiento próximo por la Divina Revelación), pues es de creerse que si Dios existe (y de hecho sí existe) ha de darse de algún modo a conocer.
A. Por vía directa u objetiva
Se puede llegar a un conocimiento directo y objetivo de la realidad material de las cosas gracias a los sentidos externos.
1. Accediendo a la realidad corporal o material.
En el aspecto de la realidad corporal o material (entes físicos), podemos establecer lo siguiente:
a. La ignorancia o desconocimiento de una cosa no prueba que tal cosa no exista, aunque pudiera no existir.
Si una persona me dice con toda seguridad que tal cosa existe o tal evento aconteció verdaderamente, el simple hecho de desconocerlo no es indicio de que tal cosa no exista, de que tal acontecimiento sea falso.
Si quiero saber la verdad de los hechos debo buscar las pruebas y evidencias (argumentos) que, de hecho, deben de existir si los tales son verdaderos. O evidencias y pruebas objetivas que contradigan y demuestren que tal hecho o cosa es del todo falso.
Nota. Este punto es bien importante ya que muchos ateos (que tanto enfatizan en la evidencia científica como única vía de acceso a la verdad) piensan que no necesitan demostrar la inexistencia de Dios, por lo que dicha actitud es anti-científica al ellos no ser consistente al método científico. Y no es que Dios necesite del método científico para ser conocido, pues no lo necesita pues escapa al campo propio de la ciencia, sino por vía de argumentos racionales, que son los que deben presentar los ateos para negar la existencia de Dios.
Veamos los siguientes ejemplos:
1) El que no se haya visto un dragón o un unicornio, no es prueba de que no existan. No podemos demostrar y concluir su inexistencia por el simple hecho de que no se han visto (conocimiento directo por los sentidos externos).
Ahora, el que no se haya encontrado evidencias de su existencia, hasta ahora es prueba de que no existen.
Hasta ahora, la evidencia que poseemos de tales entes es que, todos ellos están enmarcados dentro de las fábulas, mitologías, cuentos, leyendas… muy lejos de la realidad.
Por lo que la evidencia apunta a que no existen en la realidad objetiva.
Esto con relación a nuestras experiencias en la Tierra, pero de haber Dios creado vida en otros innumerables mundos (si esa hubiese sido su voluntad), ¿pudo haber creado seres parecidos a los arriba descritos?
2) La existencia de algún elemento, compuesto o forma de vida que no existen en la Tierra (y por ello desconocidos para nosotros), pudieran darse en alguna otra parte del universo.
Aunque no los hayamos visto, ello no es prueba de que no existan (no puedo negar su existencia). Pero pudieran no existir.
Se especula sobre la posibilidad de la existencia de formas de vida en otros mundos, y se mencionan muchos argumentos de gran peso a favor de esta hipótesis.
Que puede ser cierto, sí, es posible. Pero sin las evidencias directas y concluyentes (el contacto directo con algún organismo vivo extraterrestre), no hay seguridad de que sea cierto. Aunque muchos aseguren haber tenido contacto directo con seres extraterrestres, esta afirmación es muy subjetiva. En este caso falta la evidencia científicamente objetiva.
b. Pueden existir como no pueden existir. Podemos conjeturar si existen o no. En este caso falta la evidencia; la prueba corroborativa que daría conclusión y fin a la cuestión.
El siguiente testimonio nos dará una idea de cómo se llega a un juicio equivocado cuando no se posee el conocimiento y la evidencia apropiada, y lo correcto del juicio cuando sí se posee el conocimiento y la evidencia apropiada.
Encontrándome con unos compañeros en una noche de observación (pues como miembro de una sociedad de astrónomos aficionados, a eso es a lo que nos dedicamos: a observar el cielo), una persona le pregunta a un compañero de la sociedad si había visto algún tipo de OVNI. Esta persona después de explicarle el verdadero sentido y significado de la palabra OVNI o UFO (del inglés), le narra el siguiente testimonio:
En una noche en el que observaba el cielo vio una luz que se posó en el cenit (sobre su cabeza), se detiene y está un rato inmóvil. Él trata de ver si tiene luces intermitentes como se supone tengan los aviones y helicópteros, pero no las vio. Luego de un rato detenido, el objeto en cuestión se dirige hacia otra dirección, se detiene otro rato y luego, en otra dirección sin dar la curva de un avión convencional, emprende la marcha hasta que desaparece detrás de una montaña. Él, por su vasta experiencia y gracias a que tiene contactos con agencias gubernamentales, no se queda con el simple avistamiento, sino que da sus pasos para averiguar a ciencia cierta que fue lo que vio. Al otro día llama a la estación meteorológica para averiguar si ellos habían enviado un globo meteorológico esa noche a esa hora y región. Allá le informan negativamente. Cuenta él que, un par de semanas después recibe de la NASA un mensaje en el que, a esa misma hora, el mismo día y en el mismo lugar de avistamiento, se le informa que ellos sí habían mandado un aparato de investigación para la escucha y análisis de ruidos de meteoros que entraban en la atmósfera terrestre.
Luego el tal OVNI resultó ser un objeto de origen terrestre. Es así cómo si este compañero se hubiese dejado llevar solamente por los sentidos externos, y no se hubiese dedicado a investigar, muy posiblemente hubiera llegado a un juicio equivocado de la procedencia del tal objeto (como de hecho habrán llegado otras personas que esa noche vieron el tal objeto, y al desconocer totalmente su procedencia lo habrán identificado con un objeto venido de otro mundo, como de hecho sucede frecuentemente).
Otro ejemplo aconteció personalmente a mí. Viendo un documental en la televisión sobre los OVNI´s, presentaron como prueba, entre otros, el siguiente. En el video se veía dos estelas de humo parecidas al que deja un avión a gran altura, pero el objeto que la producía no se veía. La conclusión, según los presentadores es que el tal objeto tenía que ser de origen extraterrestre puesto que el ser humano aún no tiene la tecnología para fabricar naves invisibles. Rápidamente me vino a la memoria que hacía unos quince años atrás, en una revista de divulgación científica y general, había leído un documental que mostraba un material que al aplicarse una carga eléctrica hacía a un objeto invisible. Para ello presentaron como muestra un automóvil cubierto con dicho material el cual se tornó invisible al aplicarse corriente. Luego razoné y comprendí lo equivocado y el error en el que podemos incurrir cuando desconocemos e ignoramos ciertas verdades o realidades. Razoné y concluí que, si ya existía tal material, el objeto en cuestión que aparece en el video pudiera ser un objeto volador de origen terrestre experimental con dicho material en plena función. ¿Por qué recurrir entonces como única opción el que tiene que ser de origen extraterrestre, cuando el ser humano hoy día tiene la capacidad para realizar cosas como esas? ¿Por qué recurrir a la intervención extraterrestre en la fabricación de las pirámides, cuando la arqueología moderna ha demostrado que el ser humano de esa época tenía los conocimientos de geometría y tecnología necesaria para construirlas?
Nota. Hablando de alienígenas, desde el punto de vista cristiano, ¿podemos admitir su existencia? Y de existir, ¿cómo sería?
Desde un punto de vista cristiano católico no existe contradicción el admitir o creer en la posibilidad de vida en otros mundos. Dios es infinitamente libre por lo que, si quiso pudo haberla creado como no si no quiso. Lo importante es no dejarnos llevar de un fanatismo (como de hecho he escuchado de algunos creyentes) de que Dios “tiene” que haber creado vida en otros lugares del universo como si Dios estuviese obligado a crear. Ahora bien, el problema en la búsqueda de vida extraterrestre radica en que, muchos defensores de la hipótesis de la existencia de vida alienígena su búsqueda, aunque científicamente válida, se contamina con una concepción filosófica totalmente equivocada de que, si existe vida extraterrestre en otros mundos (y esperan encontrarla en la mayoría de ellos), la vida se daría tan frecuente y sería tan común y natural que no sería necesario el pensar y creer en la intervención de un agente sobrenatural, por lo que la idea de la existencia de un creador no es necesaria.
Por otro lado, de existir vida alienígena (si ello hubiese sido la voluntad de Dios), ¿existiría también vida inteligente? Y de existir, ¿cómo sería?
Primero. De existir vida inteligente, desde una concepción genuinamente cristiana y católica, ésta sería también a imagen y semejanza de Dios como lo es la especie humana. (Y cuando hablo a imagen y semejanza se entiende, según la enseñanza católica, en su aspecto espiritual, no biológico o físico).
Segundo. La concepción general de cómo el mundo ve y se imagina a los extraterrestres resulta ser, desde una perspectiva cristiana: grotesca, monstruosa y ridícula. Las películas, revistas, los medios de comunicación en general se han encargado de darnos una imagen muy grotesca de tales entes. Ello se debe a que cuando la creación es separada de su Creador, ésta pierde toda relación con Él y se convierte en un ente que puede ser moldeada según los caprichos y el gusto de cada quien.
Ahora bien, de existir vida alienígena inteligente, desde una concepción genuinamente cristiana, ¿cómo sería? Para responder a esta interrogante debemos fundamentarnos en lo siguiente. La Sagrada Escritura nos enseña que Jesucristo es “Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas,...” (Colosenses 1, 15-20).
Desde esta revelación divina podemos deducir o inferir lo siguiente. El Verbo eterno al encarnarse se hace hombre asumiendo nuestra naturaleza humana, pero al asumir nuestra naturaleza no lo hace porque así somos, biológicamente hablando, sino al revés. Cuando Dios nos creó en nuestra forma de cuerpo humano tenía desde la eternidad el modelo a seguir. Si
desde la eternidad, desde siempre Dios había decidido encarnarse, ¿cómo lo iba a hacer? ¿con qué cuerpo y la forma de ese cuerpo? Por eso, siendo que Él es el dueño absoluto, es Él quien decide el cómo y el modo, el cuándo y la forma o aspecto del cuerpo que va a asumir. Así pues, si Jesucristo es el modelo eterno que Dios utiliza para crear el cuerpo del ser humano, he de suponer, por fe, que lo mismo haría (si es que así lo hizo) con otras entidades alienígenas inteligentes.
Desde una perspectiva pura y genuinamente filosófica podemos llegar a la misma conclusión utilizando como marco filosófico la estética y el arte.
Ahora bien, si Dios creó vida inteligente en alguna parte del universo, desde un punto de vista teológico, ¿cual fue la razón de haberla creado?
Sus primeros padres, ¿pasaron la prueba de la obediencia y del amor? ¿sucumbieron como nuestros primeros padres?
Si de hecho Dios creó vida inteligente a su imagen y semejanza (en lo espiritual y sobrenatural) y utilizando a Jesucristo como modelo para formar sus cuerpos biológicos, desde la fe cristiana, hemos de suponer que para ellos también es el Evangelio de Jesucristo, pues sabemos que Jesucristo es Dueño y Señor no sólo de este mundo sino también de todo el universo. Y aunque hayan pasado la prueba, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo será para ellos de una mayor gloria. Luego, de ellos existir, porque así Dios lo quiso, Él se encargará de que de alguna manera les llegue este Evangelio.
Es de suponer que, si pasaron la prueba, el conocimiento de Dios y de las leyes de la naturaleza se les hará fácil conocer y entender; luego aunque hayan sido creados en la misma época que a nosotros la lucidez intelectual, al no estar ofuscada por el pecado, les llevará a un desarrollo social y científico tal que, a estas fechas pueden tener la tecnología necesaria para trasladarse y visitar nuestro planeta, de tal manera que puedan conocer, por inspiración divina, la verdad del Evangelio de Jesucristo.
Todo esto, claro está, es una hipótesis basado en la suposición de que Dios haya creado vida inteligente en otros mundos.
Por eso, cuando veamos, oigamos o leamos sobre algo que escape a nuestro conocimiento actual, antes de emitir un juicio en una u otra línea, busquemos e investiguemos para así poder llegar a un conocimiento exacto de los hechos.
c. Luego el que no podamos conocer algo por los sentidos externos, no demuestra para nada la imposibilidad de que tal cosa, si existe, pueda ser conocida; en otras palabras, algo que todavía no está al alcance de nuestros sentidos externos, aun así, si existe puede ser conocido.
Un ejemplo claro de ello lo es el descubrimiento de los planetas (solares y extra solares). La existencia del planeta Neptuno, por ejemplo, se dedujo por medio indirecto antes de ser descubierto de modo directo. Y así lo fueron los átomos, los neutrinos, los hoyos negros, el residuo calórico del Big Bang, la Materia Obscura y otros. Antes de ser descubiertos directamente se sospechaba de su existencia (gracias a la evidencia indirecta pero objetiva que, por los sentidos internos y externos, llevaron a los científicos a instuir su existencia); pero hoy, gracias a las evidencias directas, se sabe que existen y son reales. La imposibilidad de conocer tal cosa por los sentidos externos no es argumento para asegurar que no existe, pero pudiera no existir (por ejemplo, hubo un tiempo en que se creyó en la existencia de un planeta entre Marte y Júpiter, y que Marte albergaba vida inteligente).
El conocimiento únicamente por los sentidos externos no puede ser utilizado de modo concluyente y absoluto para aceptar o negar algo (como hacen los ateos: no lo veo, no lo siento..., luego, no existe). Esta forma de raciocinio es necia e infantil y anti-científica.
Si te presento una caja diciendo y asegurando que en su interior no hay nada, que está vacía, el mero hecho de decirlo no es prueba de que sea verdad. Puede haber una roca (en tal caso sería falsa la afirmación), como puede que, de hecho, la caja esté vacía, sólo aire.
La única manera de descubrir la verdad es investigar la caja en su interior.
Un serio problema del hombre moderno es que no está acostumbrado a la indagación filosófica y búsqueda de la verdad y realidad de las cosas de un modo inteligente y racional. Todo lo quiere buscar y averiguar valiéndose casi exclusivamente de los sentidos externos. Acostumbrado como está de las cosas materiales, se ha olvidado de las más importantes, las esenciales, entregándose a las accidentales.
El pensamiento genuinamente filosófico (que es el amor por conocer la verdad objetiva y absoluta, no la que el mundo se inventa para satisfacer sus caprichos e intereses personales --de aquí que la verdad relativa es una falacia, una mentira que se autodestruye a sí misma y a quienes en ella creen--) nos puede ayudar a desarrollar los sentidos internos para poder descubrir detrás de las esencias físicas e intelectuales realidades ocultas a nuestros sentidos externos, pero que se manifiestan y se dan a conocer indirectamente por las huellas que dejan; evidencias y pruebas convergentes y convincentes de su realidad existencial.
Lo que conocemos por los sentidos externos y de un modo directo e inmediato, es obvio que existe en la realidad. Aquí no hay cabida para los filósofos idealistas que pretenden defender y asegurar que las realidades externas a nuestro yo son pura ficción, son producto de la imaginación.
d. El peligro de los sentidos externos: los espejismos.
Una de las cosas que tenemos que tener muy en cuenta es el hecho de que los sentidos externos nos pueden engañar, y así, si no se tiene cuidado se puede caer en errores.
Una de las cosas que tenemos que tener muy en cuenta es el hecho de que los sentidos externos nos pueden engañar, y así, si no se tiene cuidado se puede caer en errores.
-Si miramos la Luna llena tienes la impresión de que lo que estás mirando es un plato con manchas, cuando en realidad es casi esférica.
-Si en uno de esos días en el que el Sol ha calentado la tierra sobremanera, mirando a la distancia tendrás la impresión de estar viendo un lago o un charco de agua.
-Si observas la superficie irregular de un objeto tal vez logres ver figuras y rostros diversos. Este tipo de ilusión ha dado pie a que personas ignorantes y muy sugestionables crean estar viendo seres sobrenaturales o seres de otros mundos. Me acuerdo de una señora que se me acercó con una tabla de cortar alimentos y me la mostró y me preguntó qué es lo que veía en la superficie. Yo lo único que vi fue un montón de líneas entrecruzadas. «No, no logro ver nada fuera de lo común». Fue mi respuesta. «¿Pero no ves una figura de una mujer que se parece a la Virgen María?» Ante mi negativa desistió y se fue.
Por eso, para poder llegar a una conclusión lógica y que esté de acuerdo con la realidad, lo recomendable es investigar bien.
Como ejemplo a estas ilusiones el siguiente ejemplo muestra a las claras cómo se puede sugestionar a las masas. En un programa de TV muy popular presentaron una foto en la que, supuestamente, en una ventana de una casa aparecía la silueta de una mujer. Yo lo que pude ver fue eso mismo, una silueta, pero no necesariamente era de una mujer. Así mismo nuestro cerebro puede interpretar formas en las nubes, en la vegetación, en una piedra o loza, etc. (Como aquella foto que, en una revista de divulgación científica, mostraron en la que una nube había tomado la forma casi exacta de un platillo volador. Tanto así que, si lo hubiesen presentado como tal mucha gente hubiese creído que, efectivamente, era un objeto volador de otro mundo.)
Lo que pretendo con estos conceptos es que aprendamos a no aferrarnos a la idea de un modo absoluto (como hacen muchos) de que si no puedo conocer tal cosa, es porque no existe. Pero a la misma vez evitar la credulidad fácil, ingenua e infantil.
Si tenemos estas ideas claras y las entendemos bien, entonces podemos entender los siguientes conceptos.
2. Accediendo a realidades espirituales
En el aspecto de la realidad inmaterial, espiritual o sobrenatural, podemos razonar y concluir lo siguiente:
a. Conocimiento de Dios por los sentidos externos. No es posible conocer ni percibir por los sentidos externos las realidades espirituales o sobrenaturales. A menos que Dios así lo disponga.
Pero sí es posible conocerlo por vía de argumentos racionales (como veremos más luego).
La imposibilidad material para poder conocer la existencia de Dios por medio de los sentidos externos no prueba que Él no exista, aunque para el ateo, de hecho, prueba que no existe.
Para muchos ateos, el hecho mismo de que no pueden ver a Dios ni tocarlo ni sentirlo ni medirlo…, es prueba concluyente para negar su existencia; o pudiera existir, pero es imposible acceder a él; no hay manera de conocerle (es el caso de los agnósticos).
Luego, según los ateos, la ignorancia y el total desconocimiento material de Su realidad, es prueba de que no puede existir.
Con razón un cosmonauta ruso cuando estuvo en el espacio, se atrevió a decir que: «miré por todas partes y no vi a Dios por ningún lado.»
El error en esta afirmación es que se pretende y se quiere llegar al conocimiento de Dios como se hace con cualquier ser corporal o material.
Es como aquel profesor que, queriendo ser listo e inteligente, pretende probar o tentar a Dios con el siguiente reto: “Si Dios existe, que venga y apague esta luz, así creeré en él”. Con este acto ilógico, absurdo y ridículo pretende probarle a los estudiantes que Dios no existe.
Lógicamente Dios no se va a prestar para complacer la ceguera y la necedad (o ¿la falta de inteligencia?) del profesor, como tampoco se prestó, en la cruz del Calvario, para complacer a aquellos que le exigían que se bajara de la cruz para entonces creer en él. Y aunque así lo hiciera, es muy posible que suceda con el tal profesor lo que me dijo un ateo: “Yo no creo en Dios; y aunque Jesucristo se apareciera ahora mismo aquí, lo despreciaría y rechazaría totalmente”. Luego el ateo no es lógico ni sincero en sus exigencias.
Dios, por ser Espíritu Purísimo, escapa a toda forma de conocimiento corporal al modo de como se hace en un laboratorio. Dios no es ni puede ser objeto de laboratorio.
b. Dios puede ser conocido solamente de dos maneras.
1) La remota o indirecta: Por medio de la luz natural de la razón. Es decir, a través de la creación. Es un conocimiento de Dios que puede ser seguro pero imperfecto por las mismas imperfecciones humanas.
2) La próxima o directa: Por la luz sobrenatural de la fe. Es decir, por el don sobrenatural de la fe que se recibe en el bautismo y que es acrecentada, fortalecida y completada por la Divina Revelación dada a la Iglesia de Jesucristo. Es la más luminosa, perfecta y segura manifestación de Dios en la mente y corazón de cada creyente, y más si se deja guiar dócilmente por la luz del Espíritu Santo de Dios.
c. Razones del rechazo a Dios.
1) El rechazo de la existencia de Dios por parte de muchos ateos e irreligiosos la podemos hallar en la ignorancia religiosa o desconocimiento parcial o total de la fe revelada por Cristo y trasmitida por Su Iglesia.
2) Otros muchos que, dejándose llevar por las bajas pasiones y deseos desordenados (actos que van en contra de la santidad y dignidad de Dios), les es del todo fácil y conveniente negar su existencia, y no porque estén convencidos de que no existe.
3) Y otros por las malas experiencias, tanto personales como ajenas, que les incapacitan el poder ver la bondad y misericordia de Dios que es capaz de sacar un gran bien del mal, por más incomprensible que sea éste al entendimiento humano.
Por eso, muchos por una total o parcial ignorancia en las verdades fundamentales de la fe católica, en vez de dedicarse a estudiarla y escudriñarla para llegar a la verdad que ella predica y enseña, se van a las sectas, dejan de practicar la fe o apostatan totalmente y se convierten en ateos, agnósticos o irreligiosos.
Luego existe para el católico y todo aquel que quiera llegar a la verdad plena, la grave responsabilidad e importancia de conocer y, sobre todo, vivir la fe en y de Jesucristo en su Iglesia.
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B. Por vía directa, pero subjetiva
En nuestro caso es el conocimiento y la experiencia subjetiva de Dios, es decir por vivencia personal.
1. ¿Se puede probar la existencia y realidad de Dios de un modo subjetivo?
a. Internamente con relación a cada creyente
1) Sabemos y estamos seguros desde lo más hondo de nuestro ser que Dios es verdad y real; que Dios sí existe.
Esta seguridad nos la da, como un don de Dios, la luz sobrenatural de la fe que recibimos en el bautismo, y que ha ido creciendo y fortaleciendo a lo largo de los años.
2) Hemos sentido de un modo especial su llamado, sus caricias de amor, le hemos escuchado, hemos sentido su presencia, hemos sentido y experimentado su constante ayuda y protección, sus consejos y orientaciones, etc.
3) Todo ello nos dice, nos grita y nos da absoluta seguridad de que Dios es verdad y real. Tan real como nuestra propia existencia (aunque la existencia de Dios es infinitamente más real).
b. Externamente
1) Estas experiencias que son tan fuertes, vivas y tan reales en nuestro ser, no son ni pueden ser pruebas concluyentes de la existencia, realidad y verdad de Dios para quienes no han experimentado ni les interesa experimentar estas verdades y realidades.
Por eso, la experiencia subjetiva de Dios, no es argumento para los ateos e incrédulos, sobre todo, si no les interesa conocerlo ni entenderlo.
2) Pero pueden ser evidencias poderosamente claras cuando el creyente, que se deja guiar humildemente por la Voluntad de Dios, se hace luz y refleja externamente la bondad y misericordia de Dios. (El ejemplo clarísimo lo tenemos en la Iglesia Católica en la vida de los santos, especialmente en aquellos que se dedicaron -y se dedican- al apostolado de la caridad u obras de beneficencias.) De que los no creyentes lo quieran ver, eso es otra cosa.
2. Para los creyentes el conocimiento subjetivo de Dios es tan profundo y real que, mientras más fuerte es, mayor y más poderoso es la certeza y convicción de que Dios es verdad y real.
Tan real y verdadero que sería muchísimo más fácil negar el que la Tierra le da la vuelta al Sol antes que negar la existencia de Dios.
Incluso es más fácil negar la realidad corporal antes que negar la verdad y realidad de Dios.
3. Conclusión: La existencia de Dios por el conocimiento subjetivo es del todo válido, y el creyente (que ha vivido estas experiencias y la ha sabido custodiar) posee una absoluta seguridad de que es verdad y real.
Pero no es válido para los ateos, agnósticos ni deístas, ni para otros tantos de incrédulos y materialistas, sobre todo, si su firme intención es permanecer en ese estado.
Conclusión: Estas dos vías o caminos para llegar a un conocimiento claro, preciso y absolutamente cierto de la verdad y realidad de Dios dependerá de cuanto una persona esté abierta (con sinceridad y humildad) a estas experiencias y argumentos.
C. Por vía indirecta, pero objetiva. Para continuar leyendo toca aquí. (Continuación I)
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